
El paisaje influye en el desarrollo de las personas que interactúan con él, hasta el punto de condicionar sus vidas impactando fuertemente en ámbitos como el cultural o el económico.
A lo largo de la historia, el ser humano ha intentado modelar el paisaje para adaptarlo a su forma de vida, lo que ha dado lugar a la concepción de diferentes tipos de paisaje, y esto ha producido un gran impacto en el medio ambiente. En este sentido, el paisajismo tiene mucho que aportar, como disciplina que engloba la planificación, gestión, conservación y rehabilitación de un espacio, y que más allá de ser un recurso estético, se ha convertido en una herramienta esencial para la conservación del mismo. Y es aquí donde entra el juego la figura del paisajista, ya que nuestra labor es trabajar para modelar el paisaje y potenciar sus beneficios de cara a todas aquellas personas que disfrutan de él.
En lo que respecta a los usos del paisaje, es fundamental llevar a cabo una correcta planificación que nos permita actuar de forma responsable y establecer normativas que sean capaces de regular las actuaciones sobre el mismo, con el fin de fomentar su conservación y minimizar el impacto sobre la naturaleza. Todo esto, sin olvidar que el paisaje siempre debe adaptarse de alguna manera a las circunstancias que nos toca vivir en cada momento.
Si hablamos de circunstancias, no podemos olvidarnos de la importancia del paisaje natural como antídoto frente al llamado trastorno por déficit de naturaleza, algo que venimos reivindicando desde hace tiempo, pero que ahora más que nunca cobra sentido. La solución a este trastorno, que se vive fundamentalmente en las ciudades al encontrarse desvinculadas del entorno natural, pasa por reverdecer las ciudades, mediante el uso de lo que conocemos como quinta fachada (techos, tejados o azoteas que nos permiten la instalación de una cubierta vegetal), el trabajo a nivel biofílico el interior de los edificios y el ajardinamiento de espacios exteriores y zonas comunes de las grandes urbes.
Pero estamos viviendo en un paradigma en el que esto no es suficiente, ya que el paisaje y la naturaleza buscan convertirse en ese lugar en el que poder encontrar de nuevo nuestro equilibrio, algo que tiene relación directa con nuestro bienestar, incluso nuestra presión arterial y nuestros niveles de ansiedad y estrés. Es por ello que debemos apostar no solo por acercar la naturaleza a las ciudades, sino por acercarnos nosotros a ella.